Pedos de vaca. FUENTE:EL MUNDO.ES
ALFREDO MERINO
20 de abril de 2007.- La primera vez que
supe de las flatulencias bovinas de Nueva Zelanda me pareció de coña; la
típica noticia ambiental de tinte fundamentalista. Ahora, que he
recorrido de norte a sur nuestras antípodas, tengo mis dudas de si será
posible o no lo que se dice de los pedos de sus vacas.
Os lo resumo, en Nueva Zelanda hay ganado para aburrir.
Cuando recorres el país, pasas por inacabables explotaciones donde los
animales viven a todo pasto. Hay más de 10 millones de vacas, 40
millones de ovejas, un par de millones de ciervos y gamos y varias
decenas de miles de llamas y alpacas. En fin, la nación rumiante en
pleno.
El problema es que su digestión origina enormes cantidades de gases
que, como es natural, los animalitos expelen sin la menor discreción.
Como dato diré que una vaca kiwi expulsa entre 90 y 100 kilos de metano
al año, las mismas emisiones que produce un coche que circula 1.000
kilómetros.
El resultado final no es ninguna broma: según los cálculos del gobierno neozelandés, la suma de tan enorme cantidad gasística supone más del 40 por ciento de las emisiones de su país que inciden en el calentamiento terrestre.
Estos datos coinciden con los del reciente informe de la Organización
Mundial para la Agricultura y la Alimentación, FAO, La larga sombra del
ganado donde, por cierto, las flatulencias ganaderas de España suponen
en torno al 6 por ciento de las emisiones contaminantes de nuestro país,
unas 25.000 kilotoneladas equivalentes de CO2. Unos dos puntos menos de
las que producen todos nuestros procesos industriales, dicho sea de
paso.
En fin, de vuelta a Nueva Zelanda, a los kiwis, tan respetuosos del
medio ambiente ellos, el asunto de las flatulencias de su ganado les
produce desazón y pergeñan soluciones. Una de ellas, la Flatulence Tax,
un impuesto destinado a investigar cómo reducir los pedos de vaca,
pronto fue desechada por impopular, mientras que los estudios para
variar la genética digestiva vacuna parece que no prosperan.
En esto ha llegado un invento alemán que puede ser la solución. Científicos de la Universidad de Hohenheim, han fabricado unas pastillas vegetales que transforman el metano del interior de las tripas de vaca en glucosa.
El asunto ha dado esperanzas a los kiwis, quienes no están dispuestos
a prescindir de su voluminosa cabaña. Y yo me alegro, pues entre las
impresiones más gratas que guardo de Nueva Zelanda están las travesías
por las carreteras de la isla del Sur que cruzan sus explotaciones
ganaderas. Decenas de kilómetros a través de bucólicos parajes en los
que los únicos seres que vi fueron vacas, ovejas, ciervos y gamos que,
sin dejar de comer hierba, me miraban como si con ellos no fuera la
cosa.